El
arquetipo de la sacerdotisa
y hechicera.
(Por Manuela Dunn
Mascetti, del libro “Diosas, la Canción de Eva”)
En
los relatos mitológicos de la Diosa aparecen muchas
hechiceras que ayudan a héroes y heroínas
a resolver los enigmas de la existen, que
les aconsejan sobre cuestiones importantes...
El umbral de la madurez de los años sexualmente
activos está marcado por la menopausia. En esa época
se produce una reacción alquímica dentro de cuerpo, se
experimenta psicológicamente como un trastorno conduce
a la madurez y la sabiduría. Después de haber
pasado
por todos los estadios del desarrollo físico y psíquico,
por fin la mujer está preparada para ser ella misma
velada
y abierta a los misterios de la vida. De aquí parte
el arquetipo
de la sacerdotisa y la hechicera, porque lejos
de haber
«llegado», en la menopausia la mujer se enfrenta aún a
otra aventura en la búsqueda de su ser interior
Al igual que el movimiento perpetuo de las olas del mar Los movimientos de la conciencia nunca hallan un último umbral. Sólo la realización del ser terrenal conduce a la comprensión del movimiento perpetuo de la psique. La sabiduría es el conocimiento que carece de final en la búsqueda humana y que se identifica con su meta. El arquetipo de la sacerdotisa y la hechicera nos revela la sabiduría intuitiva que acompaña a una mujer a lo largo de toda la vida, pero en la cual se confía sólo en la última parte de la vida, pues es entonces cuando funciona como foco de energía.
Al igual que el movimiento perpetuo de las olas del mar Los movimientos de la conciencia nunca hallan un último umbral. Sólo la realización del ser terrenal conduce a la comprensión del movimiento perpetuo de la psique. La sabiduría es el conocimiento que carece de final en la búsqueda humana y que se identifica con su meta. El arquetipo de la sacerdotisa y la hechicera nos revela la sabiduría intuitiva que acompaña a una mujer a lo largo de toda la vida, pero en la cual se confía sólo en la última parte de la vida, pues es entonces cuando funciona como foco de energía.
La
menopausia es el fin del ciclo menstrual, cuando la mujer
disfruta tal vez de su máxima libertad, independencia autoridad,
después de sus años fértiles. En las culturas nativas
americanas,
hindúes y africanas se respeta a la mujer de mediana
edad
y con frecuencia se le suele pedir consejo en mas
importantes. La sabiduría a la que nos referimos es instintiva
en
la consideración de las cosas como son y como han sido
siempre;
es la capacidad innata, inherente, de comprender
la naturaleza de las cosas tanto en su forma presente como su
desarrollo interrelacionado.
El espíritu del valle
nunca muere.
Es la mujer, la madre
primordial.
Su entrada es la raíz
del cielo y de la tierra.
Es como un velo apenas
vislumbrado.
Úsalo. Nunca te
fallará.
(Lao
Tse, Tao
Te Ching.)
A
la sabiduría
intuitiva, tal como se ha descrito anteriormente, se
la
denominó divina Sofía, de la palabra griega sophos,
que significa sabiduría. Sofía era la personificación de la más
alta encarnación del principio femenino. Las as
de la maternidad, de la ambivalencia de la creación y de la
destrucción
durante el ciclo y de la sabiduría culminante que proporciona
la edad se entrelazan, en el curso de la vida, con diferentes
rasgos
psicológicos que se superponen un momento dado. Es cierto que una
mujer puede presentar
estas y muchas más características en cualquier momento, sin
importar
su edad, en un caleidoscopio de recursos psicológicos.
En
la mitología
vemos
que la propia riqueza se encarga en el
corpus de una
Diosa:
Isis, por ejemplo, representada en la egipcia
representa a la creadora y destructora. La ssteogonía de los dioses
egipcios y la jerarquía de los faraones parten de ella
y a ella deben su poder. A Isis también se la denomina Maat,
la sabiduría antigua, una en todo y todo en una. Es más
tarde cuando, en la historia de las religiones, encontramos a
una
Diosa que representa una característica arquetípica:
el poder y la riqueza atenuada con los años. En la medida en
que
podemos remontarnos en el tiempo, las Diosas originales
encarnaban varios principios a menudo opuestos, como la
noche y el día, y tan analógicos como la propia mujer.
Se
compara las fases de la luna con las tres edades de la mujer:
la luna nueva representa a la joven virgen, la luna llena a la
mujer
en su pleno potencial sexual y la luna menguante la sabiduría
de la edad adulta. La relación entre una Diosa fuerte
y la luna es, por tanto, intercambiable, y a menudo una Diosa puede
simbolizar los tres aspectos de lo femenino. Diana-Artemisa,
Diosa de las brujas, era la Gran Diosa
de las legendarias amazonas, mujeres guerreras, sabias, curanderas y
parteras
de la antigua Tracia, Macedonia, el oeste
de África y Libia. En este aspecto, Diana era la Diosa de
los cielos, la pura cazadora de la luna y protectora de los animales
salvajes. Sus fieles eran mujeres jóvenes y no se permitía
la entrada de hombres en su templo. En su segundo aspecto,
Diana era la Artemisa asiática, la Madre de todos, orgiástica
y de varios pechos. En Efeso, las amazonas construyeron
un templo que fue considerado una de las maravillas del
mundo antiguo. En su tercera forma era Hécate, luna
negra del cielo de la noche, portadora de plagas y de la muerte
repentina. El culto a Hécate se realizaba a medianoche en las
encrucijadas. El culto a Diana se observaba en los centros
de la Edad del Bronce del mundo mediterráneo. La
hechicera original era guerrera, partera, curandera, jefa de la
tribu, sexualmente fuerte e independiente. La naturaleza de
la Diosa era aplastante en su fuerza de magia natural y salvajismo
primigenio. Las primeras sociedades culturales se estructuraron
para acomodar a un consejo de mujeres adultas,
que se reunían por la noche a la luz de la luna, una vez concluido
el trabajo cotidiano, para discutir temas relacionados con la
vida y la muerte, dominios principales de la mujer
La
experiencia de la muerte pertenece también al arquetipo
de la sacerdotisa y la hechicera, pues la verdadera sabiduría
es la conciencia de que la vida y la muerte caminan juntas
por
la cuneta del sendero de la vida.
La
muerte es quizás una gran incomprendida. El arquetipo
de la sacerdotisa y hechicera revela a través del mito el contexto
propio de la muerte dentro de la vida cotidiana, también
puede ayudar a las mujeres más viejas, y de hecho a todas
las mujeres, a comprender y aceptar ese tránsito como el principio y
el fin del ciclo de la vida.
En
muchas mitologías, el misterio de la muerte, uno
de
los
grandes temores de la vida, no constituye el fin de ésta,
sino
el principio de la vida venidera. Podemos especular que
la vida es un peregrinaje hacia la muerte, desde el día
en
que nacemos hasta el momento de la muerte, y que llega a su cénit en
un instante. La mayor calamidad consiste
en no entender la muerte: cuando ésta se considera un tabú
cada
uno se enfrenta a su propia muerte o a la de su seres queridos
terriblemente solo e incapaz de comprender el fenómeno.
La sabiduría de los tiempos antiguos, cuando las personas
vivían
en un entorno natural, cuando la vida y la muerte se contemplaban
cada día como parte del camino de la existencia,
enseñaba
que el viaje la persona y su meta eran uno.
La experiencia
de la muerte, de la renovación de la vida
a través
de la muerte, es tal vez la más profunda de las
experiencias
humanas y, por lo tanto, impregna intensamente
la mitología.
Leo
Frobenius
indica en su obra Monumenta
Africana que
los
pueblos primitivos del mundo pueden trazarse dos actitudes
contrarias ante la muerte. Entre las tribus de cazadores cuyo
modo de vida se basa en el arte de matar para sobrevivir,
que
viven en un mundo de animales que matan y apenas
conocen la experiencia orgánica de la
muerte
natural, toda muerte es consecuencia de la violencia y por lo general
se atribuye a la magia. La magia se emplea tanto para
defenderse contra la muerte como para dar muerte a otros y los
muertos se consideran espíritus peligrosos, resentidos
por haber sido enviados al otro mundo y que buscan vengarse de
los vivos. El miedo y la magia son la base de esta
actitud ante la muerte.
Por
otro
lado,
para los pueblos agricultores de las estepas fértiles,
la muerte es una fase natural de la vida, comparable al
momento de plantar la semilla que conduce al re nacimiento. Frobenius
califica la actitud de los cazadores de “mágica” y
a la de los agricultores de «mística». Observa que el plano de
referencia de los primeros es físico, mientras que para los segundos
representa un sentido profundo de comunión con la existencia.
Dos actitudes opuestas ante la muerte han modelado
a su vez dos mundos mitológicos opuestos: uno deriva del
impacto de la vida y la muerte en la esfera animal; el otro
del modo de vida, muerte y renacimiento de la planta. En
el primer ejemplo la bestia se consume: la carne
se ingiere como parte de un rito, y la piel y los huesos se emplean
como
vestido y ornamentos. Por el contrario, la actitud de los
agricultores
se entiende como la aproximación oriental no violenta
a la vida, en la que la muerte es una fase que altera
la manifestación temporal de algo místico que tiende
su hilo
en
la existencia.
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